El pasado viernes 27 de septiembre, 2019, se realizó un día de campo para el lanzamiento de la publicación “Ganadería Sostenible: Guía de Prácticas para el Noroccidente de Pichincha”, la cual se realizó en la Finca El Porvenir en Nanegalito. Se contó con la presencia de varias autoridades locales, representantes de organizaciones de la sociedad civil y al menos 30 ganaderos de las parroquias que conforman la Mancomunidad del Chocó Andino (MCA).
Esta guía es fruto del trabajo conjunto la MCA, la Fundación Imaymana, el Programa Bosques Andinos. gracias al apoyo de la Cooperación Suiza COSUDE, y el Proyecto EcoAndes, de la mano con técnicos y ganaderos locales.
La bienvenida la realizó Óscar Armijos, presidente de la MCA, quien acotó “podemos producir más, podemos mejorar los ingresos de nuestras familias a la vez que cuidar los bienes comunes que tenemos en nuestro territorio”.
Posteriormente, Inty Arcos de Imaymana y Ana Carolina Benítez de CONDESAN hicieron una breve intervención para explicar la importancia de la implementación de las prácticas en el contexto del paisaje. Por último, Juan Carlos Cabezas, autor principal de la guía y propietario de la finca El Porvenir, explicó a detalle cómo ha sido su proceso de transición desde la ganadería tradicional a la ganadería sostenible y los beneficios que ésta le ha traído.
La visita de campo incluyó un recorrido por el establo, el biodigestor, las camas de lombricultura y las áreas de potreros. En este último espacio, los asistentes pudieron observar el sistema de pastoreo racional, la red de distribución de agua, las silvopasturas y las áreas de restauración de la finca. Ricardo Velasco, de la Finca El Pachijal en Gualea mencionó “Lo que se ve aquí en esta propiedad es que van de la mano la ganadería, el eje productivo, y la conservación, lo cual es una maravilla realmente ver propiedades así que se autoabastecen y generan conciencia sobre el cuidado del medio ambiente”.
La ganadería es actualmente la actividad productiva más extendida en el territorio del Noroccidente de Pichincha y la que históricamente ha provocado la mayor deforestación. Tiene más de 50 años de historia en la zona y aunque la productividad es reducida comparada con otras zonas del país, constituye un eje de la economía local y un modo de vida clave para muchas familias. En ese sentido, lo que propone esta publicación es una ganadería acorde al paisaje, que mire las condiciones particulares que ofrece, para ajustar las prácticas de manera que permitan a la vez dinamizar al sector ganadero y apoyar la conservación de los ecosistemas. Además, se busca abrir la puerta para el apoyo de entidades de gobierno y del sector privado para su amplia implementación en todas las parroquias de la Mancomunidad y otros territorios similares.
El 2 y 3 de octubre se llevó a cabo el evento de Cierre Fase 1 y Lanzamiento Fase 2 del Programa Bosques Andinos, en la ciudad de Lima – Perú, con la presencia más de 50 tomadores de decisión, funcionarios públicos, representantes de las mancomunidades andinas y cooperantes internacionales con el fin de hacer un análisis de los logros de la primera etapa del programa; así como avanzar sobre las próximas acciones y estrategias de colaboración regional y las comunidades que viven en y por los bosques andinos
Durante la culminada fase se dio un salto de acciones locales a regionales; así como la generación de estrategias de colaboración, conocimientos desde la ciencia hacia la política y acciones concretas. Además, se visibilizó las acciones de conservación, uso sostenible, valoración y restauración a nivel local/regional que requieran procesos de fortalecimiento de la gestión de territorio y sus paisajes. Para ellos, es importante la consolidación de la gobernanza en dichos espacios.
Todas estas lecciones aprendidas, interacciones, estrategias promovidas y conocimientos formulados, requieren ser capitalizados hacia su réplica y escalamiento a partir de la incidencia política, facilitando espacios de gobernanza en los distintos niveles, y la articulación de sinergias para la adaptación y mitigación al cambio climático.
La segunda fase nos da la oportunidad de establecer compromisos de colaboración asociativa ente los socios para la consolidación, réplica y escalamiento de los procesos logrados. Esto a partir de:
El trabajo a nivel de la región andina comprende facilitar procesos de aprendizajes e implementación, desde capacidades propias y particularidades Adicionalmente, esperamos visibilizar la particular importancia de los bosques andinos a nivel global.
Ha logrado apalancar más de US$9 millones de fondos de contrapartidas, que se suman a los más de US$ 6millones de la cooperación.
El Programa Bosques Andinos se desarrolla en Perú, Ecuador, Chile, Colombia, Bolivia y Venezuela, gracias al consocio HELVETAS Perú – CONDESAN, y cuenta con el apoyo estratégico de la Cooperación Suiza COSUDE.
Mayor información en:
El Perú requiere efectuar una gestión sostenible de los glaciares y las montañas, considerando que se cuenta que, con uno de los sistemas montañosos más grandes del mundo, la Cordillera de los Andes. Por ello con la finalidad de formular una Política Nacional que permita adoptar los lineamientos y acciones, el Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña – Inaigem, viene diseñando los ejes de la propuesta de Política
En el proceso de diseño de los ejes de la propuesta de la Política de Glaciares, el Intituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montañas (Inaigem) ha integrado documentos y propuestas de lineamientos, así como efectuará talleres descentralizados donde se presentarán los problemas identificados, las causas y propuestas de lineamientos; asimismo, se validará la información y recogerá aportes de los participantes a nivel nacional, talleres que se realizaron en Huaraz, Cajamarca, Huancayo, Cusco y Arequipa.
“Nos encontramos en la tercera etapa de la formulación de esta Política Nacional, luego de los talleres se contará con una propuesta de Política Nacional de Glaciares y Ecosistemas de Montaña hacia la primera quincena de noviembre, la misma que será presentada ante el Consejo Directivo del Inaigem y posteriormente enviada a Ministerio del Ambiente para su evaluación y aprobación”, indicó Sofía Quiroz, Asesora del Inaigem.
Este 3 y 4 de octubre se efectuará el Taller de Formulación de la Política Nacional de Glaciares y Ecosistemas de Montaña en la calle Cantuarias 160 Segundo Piso, Miraflores (Sala Sum).
Los talleres y eventos en la Formulación de la Política Nacional de Glaciares y Ecosistemas de Montañas se efectúan con el apoyo de Konrad Adenauer y el Programa Bosques Andinos, integrado por el consorcio Condesan- Helvetas Perú.
Recientemente hemos estado alarmados por los grandes incendios forestales en la Amazonía, viendo como el fuego los consumía. Sin embargo, si bien es un hecho que nos preocupa a todos ¿somos consciente que nuestras ciudades y comunidades viven y dependen directamente de los servicios que los bosques de montañas nos proveen?
Alrededor de 30 millones de hectáreas, desde Venezuela hasta Chile, pasando por Colombia, Ecuador, Perú, Argentina y Bolivia, son bosques de montañas; que entre sus principales servicios ecosistémicos está la provisión de agua, para nuestro consumo, para la agricultura y actividades productivas. Pese a ello, en los últimos años se han visto afectados por su mala gestión, por incendios forestales, tala ilegal, actividades agropecuarias y extractivas; y el cambio climático.
Somos más de 40milllones de personas que dependemos de ellos de manera directa; y en un escenario de cambio climático, los bosques andinos – que pueden albergar entre 20 y 40 toneladas de carbono por hectárea – cumplen un rol importante.
Por años, muchas comunidades campesinas y pueblos originarios han logrado vivir en armonía, conservando y desarrollando actividades de manera sostenible. Ahora no solo debemos regresar a desarrollar algunas de estas prácticas; sino también generar nuevo conocimiento científico para que el diálogo entre la práctica y la ciencia genere mejores elementos de decisión para el desarrollo, la gestión pública y los procesos globales de adaptación y mitigación frente al cambio climático.
¿Qué papel jugamos?
El Programa Bosques Andinos es una iniciativa regional que contribuye a que la población andina que vive en y alrededor de ellos reduzca su vulnerabilidad al cambio climático y reciba beneficios sociales, económicos y ambientales de la conservación de bosques andinos.
Luego de cinco años de ejecución, el programa cierra su primera fase con importantes logros, entre los que podemos mencionar un exitoso Programa de Becas que permitió la generación de nuevo conocimiento; el soporte a la investigación a través de la Red GLORIA y la red de Bosques Andinos; el impulso también a los procesos de restauración forestal y a los Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos (MERESE); la promoción de cadenas productivas, como la miel, café y cacao, en zonas de montañas, el impulso a emprendimientos nacionales a través de la incubación propuestas; y la articulación de alianzas regionales buscando la sostenibilidad del programa y el logro de sus objetivos.
Gracias al valioso apoyo de la Cooperación Suiza COSUDE y al consorcio conformado por HELVETAS Perú y Condesan, el Programa Bosques Andinos inicia su segunda fase con mayores retos y con el compromiso de seguir trabajando por la mejora de las condiciones que permitan la promoción de buenas prácticas y gestión del conocimiento sobre los bosques andinos; así como, la adaptación y resiliencia de la población y ecosistemas de montañas.
Esta segunda fase, tiene como principales retos el incidir en las políticas públicas, en la promoción del conocimiento generado durante la primera fase y de los nuevos hallazgos, en el fortalecimiento de instrumentos de políticas y en los mecanismos de financiamiento.
Se busca incentivar el interés regional hacia la conservación de los bosques andinos y promover sinergias en estrategias de adaptación y mitigación del cambio climático.
El evento
Los días 2 y 3 de octubre, se realizará el evento de cierre de la Fase 1 del Programa Bosques Andinos (PBA) – con un balance regional de los resultados e impactos alcanzados; así como, de las acciones pendientes por avanzar o fortalecer – y el lanzamiento de la Fase 2 por un periodo de 2 años.
El PBA es parte del Programa Global de Cambio Climático de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), el cual busca contribuir a mejorar las capacidades de adaptación y mitigación frente al cambio climático mediante la consolidación y escalamiento de políticas, prácticas, herramientas y esquemas de incentivos exitosos en la región Andina relevantes al manejo sostenible de los bosques andinos.
Los bosques comprenden un 46.4% de América Latina y el Caribe. En total hay allí 935.5 millones de hectáreas de bosques y selvas, un 22% del área boscosa total del planeta, de acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en su informe “El estado de los bosques”, de 2018. Según ese informe, Latinoamérica es una de las tres regiones del mundo donde más avanza la deforestación. Entre 1990 y 2015, la superficie forestal de la región perdió 96.9 millones de hectáreas. La principal causa de la pérdida de bosques en la región es la actividad maderera y la agropecuaria.
A pesar de que los incendios en la Amazonia aumentaron un 85%, no son un fenómeno nuevo, como tampoco lo son en el Cerrado brasileño ni en la región del Chaco. “Este año no se dio un pico máximo histórico de fuegos en la Amazonía. En otros años se produjeron más fuegos y más deforestación”, explica Ignacio Gasparri, investigador argentino del Instituto de Ecología Regional del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (IER/Conicet), a DW. “Lo que pasa es que se está revirtiendo la tendencia de Brasil“, que estaba reduciendo su tasa de deforestación a pesar de aumentar su producción agroganadera. Eso llegó a su fin con las políticas del presidente Jair Bolsonaro, dice Gasparri. El dilema de los bosques latinoamericanos sigue siendo el mismo, apunta: por un lado, proveen de recursos al hombre, pero su explotación extrema los está haciendo desaparecer.
Pero la deforestación afecta no solo a la Amazonia, sino también a la ecorregión chaqueña, de 1.1 millones de kilómetros cuadrados (tres veces el tamaño de Alemania), que se extiende desde el noroeste de Argentina hacia Paraguay, Bolivia y una pequeña porción de Brasil.
En Bolivia, los incendios acabaron con la vegetación de cerca de 1.5 millones de hectáreas, 900,000 de ellas en zonas protegidas de bosques, informó la Gobernación del departamento de Santa Cruz.
En Paraguay, hogar de grandes humedales y bosques secos, se deforestaron cerca de 62.000 hectáreas entre agosto de 2017 y agosto de 2018 debido al aumento de la actividad ganadera para producir carne de exportación. Recientemente, los fuegos hicieron desaparecer más de 350,000 hectáreas en la zona cercana a la frontera con Bolivia.
En Argentina se da un fenómeno similar al de Paraguay, explica Ignacio Gasparri, ya que hubo a partir de los años 90 “un gran incentivo para deforestar” con la llegada de los cultivos transgénicos. La Secretaría de Ambiente argentina estima en 300,000 hectáreas anuales en promedio las pérdidas de los últimos 15 años.
Según datos de Global Forest Watch, los bosques secos del Chaco perdieron casi 10 millones de hectáreas de cobertura arbórea entre 2001 y 2017. “En este momento en el que todo el mundo se enfoca en el Amazonas, es importante recordar que hay otros ecosistemas, lindantes con este, que son muy extensos, como el Chaco y el Cerrado, y que allí hay menos territorios protegidos que en la Amazonía, por lo cual el desmonte avanza mucho más rápido. Ambas regiones boscosas son muy importantes, en especial en lo referente a la biodiversidad y al C02 que almacenan”, subraya en entrevista con DW el profesor Tobias Kuemmerle, de la Universidad Humboldt de Berlín, quien lidera el proyecto PASANOA, que se ocupa de estudiar a través de imágenes satelitales los cambios en los bosques de la región chaqueña y sus efectos en la conservación de especies y la biodiversidad, con la participación del Conicet de Argentina.
“Mientas las tierras planas en Sudamérica, e incluso bosques no tropicales y húmedos, sufren por una expansión de la agricultura y la ganadería, los bosques andinos, por el contrario, están viviendo un proceso de recuperación. Eso está vinculado a cambios en la economía y a la migración rural y urbana”, añade, por su parte, Ignacio Gasparri.
Por lo general, los diferentes países de América Latina buscan, además de la reforestación -que también puede realizarse para producir más madera-, la restauración de los bosques, un proceso de recuperación de las funciones ecológicas del mismo. Los bosques brindan innumerables beneficios, como fuente de alimentos, medicina y combustible. Y las políticas para protegerlos no están unificadas ni son siempre parte de la agenda de los gobernantes. A pesar de eso, existen iniciativas multilaterales y de las Naciones Unidas, como REDD+, que busca estimular a los países en desarrollo a reducir las emisiones de CO2 por deforestación de bosques. Con respecto al Pacto de Leticia, con el que se cerró la cumbre presidencial por la Amazonía, Ignacio Gasparri cree que “por más que haya buenas intenciones, si los gobiernos no se involucran directamente como mediadores en esos procesos, no es seguro que los proyectos iniciados por comunidades tengan la escala suficiente” como para contrarrestar la grave deforestación.
Chile se comprometió a reforestar 100 mil hectáreas como parte del Acuerdo de París. Ad portas de presentar su nueva meta de recorte de emisiones -que se debería presentar antes de la COP25- un estudio de la U. de Chile y la U. Austral advierte que no es lo mismo reforestar con bosque nativo que con plantaciones como el pino y el eucaliptus.
El debate entre las plantaciones forestales exóticas como el pino y el eucaliptus y el bosque nativo es de larga data. Existen estudios, investigaciones y papers que hablan de los beneficios sociales, económicos y culturales de ambos tipos de plantaciones.
Los bosques son fundamentales en la lucha contra el cambio climático y así lo entendió Chile cuando suscribió su Contribución Nacional Determinada (NDC por sus siglas en inglés), el documento que detalla la acción climática de cada país para cumplir las metas del Acuerdo de París. Como los bosques son “sumideros de carbono”, es decir, absorben el CO2 de la atmósfera, el país se comprometió al “manejo sustentable y recuperación de 100.000 hectáreas de bosque, principalmente nativo”, además de “forestar 100.000 hectáreas, en su mayoría con especies nativas, que representarán capturas de entre 900.000 y 1.200.000 toneladas de CO2 equivalente anuales”.
Este compromiso data de 2015 y actualmente el gobierno está trabajando en su nueva NDC, que anunció que presentará antes de la COP25.
En ese contexto, el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 de la Universidad de Chile acaba de lanzar un estudio clave para la actual discusión. Publicado en la revista Forests, la investigación analiza el impacto sobre la disponibilidad hídrica que tiene el reforestar 100 mil hectáreas -de acuerdo a la meta de la NDC- con bosque nativo o con plantaciones forestales entre las regiones del Maule y Los Lagos.
Si Chile decide reemplazar bosque nativo, pastizales y matorrales por plantaciones forestales, cada 10 mil hectáreas de reemplazo habría un descenso en la disponibilidad hídrica de 5,6%, 5,8% y 3%respectivamente, dice el estudio. En cambio, si las plantaciones forestales y matorrales fuesen reemplazados por bosque nativo, aumentaría la disponibilidad de agua en 4,5% y 2,2% por cada 10 mil hectáreas reemplazadas.
Otro cálculo indica que si se reemplazan 100 mil hectáreas -meta de la NDC- de pastizales y matorrales por monocultivos de plantaciones forestales, habría una disminución promedio de un 45% en la disponibilidad hídrica en la zona centro sur del país.
Camila Álvarez, investigadora del (CR)2 y autora del estudio, explica que levantaron una base de datos con cuencas de todo Chile, donde distinguieron en detalle los distintos tipos de uso de suelo y obtuvieron información de derechos de agua, caudales, precipitación y topografía. Así, seleccionaron 25 terrenos de más de 20 mil hectáreas que tuvieran más de un 20% de cobertura arbórea y pudieron calcular cuánta agua entra a una cuenca por precipitación y cuánta agua sale de la cuenca, lo que les permitió medir cuánto consume la superficie.
“Tenemos una idea de cómo se comportó la precipitación que cayó sobre bosque nativo, cómo se comportó la que cayó sobre forestales y concluimos que la que cae sobre las forestales se consume, lo que finalmente significa que hay menos agua disponible”, afirma Álvarez. Con eso, pudieron hacer los ejercicios hipotéticos de cuánto cambiaría la disponibilidad de agua reemplazando por bosque nativo o por plantaciones forestales, según la meta de 100 mil hectáreas de la NDC chilena.
“Aquí lo clave es que las iniciativas de mitigación no pueden ir separadas de los otros servicios ecosistémicos que provee el bosque. Puedes llegar a las metas de secuestro de carbono, sí, pero si no miras el efecto que esto puede tener en la disponibilidad de agua, buscando una solución de mitigación puedes generar un problema de disponibilidad hídrica. Las medidas que nos comprometemos en la NDC tienen que incorporar la disponibilidad de agua, sobretodo en el contexto de secamiento del país”, dice la investigadora, quien agrega que el estudio es “evidencia científica que el bosque nativo consume menos agua que la plantación forestal”.
José Manuel Rebolledo, director ejecutivo de la Conaf, reconoce que el escenario de sequía es complejo y que es un factor a considerar desde la gestión forestal. Sobre el estudio del (CR)2, dice que es una “herramienta que permite tomar mejores decisiones en cuanto a políticas públicas”.
En cambio, el presidente de la Corporación Nacional de la Madera (Corma), Juan José Ugarte, asegura que la urgencia son las 3 millones de hectáreas sin cobertura vegetacional, porque son “el peor escenario para la retención y uso adecuado del agua”, las que se deben cubrir con bosques para aprovechar su potencial. “La macro zona forestal, del Maule al sur, no es una zona con déficit hídrico, tenemos abundancia de agua y por eso somos un país con vocación forestal”, agrega Ugarte, para quien la carbono neutralidad de Chile para el 2050 pasa por combinar el uso de energías renovables con el potencial forestal.
¿Secuestro o captura de carbono?
La captura de carbono es una capacidad que tienen los árboles de capturar y almacenar el carbono que se encuentra en la atmósfera mediante la fotosíntesis. Por eso, es una de las medidas más efectivas para combatir el calentamiento global, pues disminuye la concentración de CO2 en la atmósfera. Aunque las metodologías para medir la captura siguen siendo materia debate, algunos estudios presentan cifras contundentes. En Estados Unidos, por ejemplo, se han calculado que cerca de un 15% del dióxido de carbono en la atmósfera proveniente de combustibles fósiles es capturado por los bosques.
Según explica Camila Álvarez, las plantaciones de pino y eucaliptus capturan carbono desde el primer momento por su rápido crecimiento. El problema, en su opinión, es la cosecha: “Si es para un producto de larga vida, como materiales de construcción, va a haber carbono que seguirá secuestrado, pero como la mayoría se va a pulpa, en el proceso de romper la madera y generar la pulpa liberas de vuelta el carbono capturado”.
El presidente de la Corma, Juan José Ugarte, asegura que a la industria forestal “no nos va la etiqueta de ser pro plantación. Nosotros somos pro árbol, pro bosque, nuestra agenda es la de un desarrollo equilibrado entre bosque nativo, plantaciones forestales, arbolado urbano y zonas de protección”.
“El sector forestal siempre reforesta las plantaciones después de la cosecha. Es parte del manejo sustentable del bosque productivo, que es un aliado fundamental para la carbono neutralidad”, agrega Ugarte, apuntando a que los productos de madera, como los muebles, edificios, casas y objetos, retienen el carbono capturado. “Los otros son los productos pulpables, que derivan en papel, en celulosa, en el reemplazo a las bolsas de plástico, que están hechas de petróleo”, afirma.
El debate se ha abierto incluso en la mesa científica de Ecosistemas y Biodiversidad que se creó de cara a la COP25 y desde donde saldrán propuestas para la nueva NDC de Chile, pero no se ha llegado a un consenso. Álvarez pide distinguir el crecimiento económico de la mitigación a largo plazo, y precisa que existe una “sutil” diferencia entre “secuestrar” y “capturar” carbono: “La diferencia es clave. La mitigación a largo plazo requiere un bosque que continuamente siga secuestrando carbono. Secuestro es que tu sigues teniendo al carbono de rehén, se mantiene. En cambio, lo que hace la plantación forestal es que lo captura y después lo libera y así constantemente”.
En abril de este año, la revista Nature publicó un estudio que asegura que el bosque nativo puede llegar a ser 40 veces más efectivo como sumidero de carbono que las plantaciones exóticas.
De cara a la COP25, Juan José Ugarte -quien también es miembro del Comité Asesor presidencial de la cita, adelanta que la Corma estará -a través de la Sofofa- en el pabellón de Chile en la zona Azul, donde se realizarán las negociaciones, y que se está organizando un “día del Bosque” en la Conferencia.
Nueva meta de reforestación
Desde comienzos de los 70 -con la llamada contra reforma agraria- hasta la fecha, Chile amplió la cantidad de hectáreas de plantaciones forestales en más de un 700%, pasando de las 300 mil de 1973 a las más de 2 millones 500 mil de la fecha.
Hoy, la Conaf reforesta 4.800 hectáreas anuales, principalmente terrenos afectados por incendios forestales. Pero para su director ejecutivo, lo urgente es fortalecer la política institucional, con modificaciones a la Ley de Bosque Nativo y Fomento Forestal y el proyecto que crea el Servicio Nacional Forestal, hoy en segundo trámite constitucional en la Cámara de Diputados.
En 2015, el Consejo de Política Forestal estableció su hoja de ruta hasta 2035, que contempla la recuperación de 500 mil hectáreas en los próximos 20 años, “con especies nativas, exóticas o una combinación de ambas”, según explica José Manuel Rebolledo.
La Corma se ha sumado a ese objetivo. “Nuestra meta es aportar con aún más hectáreas en terrenos de pequeños y medianos propietarios para transformarlas en bosques nativos, de protección, productivos y de arbolado urbano. Este compromiso y meta permitirán que Chile avance en a la carbono neutralidad y haga frente a la emergencia climática que está viviendo el planeta con los árboles adecuados en los suelos adecuado”, asegura Juan José Ugarte.
El gobierno se encuentra trabajando en una nueva NDC que incluirá una actualización de la meta de mitigación de bosques y que será presentada antes de la COP25. Camila Álvarez asegura que es fundamental que, a diferencia de la anterior NDC, ahora “quede claro el porcentaje de bosque nativo, porque así es más fácil determinar efectos en la disponibilidad hídrica, en la biodiversidad, en el riesgo de incendio. Teniendo datos claros, se pueden armar escenarios, evaluar impactos, estar más preparados. Si se deja abierto, no sirve de mucho”.
En 1997, el protocolo de Kyoto incluyó en su Mecanismo de Desarrollo Limpio un artículo sobre forestación, sin especificar si eran nativos o exóticos precisamente por las dificultades metodológicas de cuantificar la captura de carbono. Años después, en la COP13, se creó el programa RED++, destinado a la reducción de emisiones netas de gases de efecto invernadero mediante la mejora de gestión de bosques en países en desarrollo.
Sin embargo, hasta ahora, la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) no ha llegado a un acuerdo respecto al tipo de plantación que se debe utilizar para reducir el CO2 de la atmósfera, lo que implica que países puedan utilizar árboles de fin comercial, como el pino y eucaliptus, en sus acciones climáticas. Paraguay, por ejemplo, recibió 90 millones de dólares de financiamiento del Fondo Verde del Clima para un proyecto que contempla la plantación de monocultivos forestales.